Nunca me gustó el silencio pero hoy es mi gran aliado, y encerrado en cuatro muros escucho melodías que te quiero componer.
El silencio se escribe, en la música es una figura, en la escritura los puntos suspensivos son silencios ... son respiros que reclaman atención, como un suspiro.
Hay que aprender a escuchar, a escuchar el silencio y el sonido, el silencio concebido como ausencia de sonido en la música.
Un silencio puede crear expectativas, puede interrumpir.
Frente a este silencio, cuando el sonido se inicia, las indecisiones van cobrando forma y el silencio es relegado.
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El silencio continuo es el que descubrimos cuando nos liberamos de la memoria, de gustos y emociones. Ese silencio es entonces centro, un centro que pone en cuestión el establecimiento de cualquier relación: es la nada.
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Hablar en cierto modo es un acto de violencia. Cada vez que me dirijo al otro comunicando, expresando, o preguntando algo, lleva implícita una exigencia de respuesta y es violento no responder.
Toda forma de interacción humana tiende más y más a transformar las formas de violencia física en acción de lenguaje. Algunos consideran que el lenguaje es una especie de conducta y otros que la conducta es una especie de lenguaje.
Las formas implícitas del decir, también nos permiten hacer afirmaciones solapadas sin tener que hacernos responsables de lo dicho, obteniendo así un arma efectiva de ataque sin respuesta. Conocido es el lenguaje de la insinuación y de las indirectas. El aludido se expone al ridículo o a la vergüenza. Decimos explícitamente que preferimos guardar silencio justamente cuando queremos dar más fuerza a lo que callamos: “No me obligues a decirte la verdad”, “Más vale callar”, “Podría poner muchos ejemplos, pero prefiero no hacerlo”, etc.
Si verdaderamente prefiriera callar, no diría ni siquiera que prefiero callar.
Cada Mañana al despertar. (link)
Letra y música: Eduardo Valenzuela R.
Interprete: Eduardo Valenzuela.
