lunes, 15 de octubre de 2007

SAN EDUARDO (13 de Octubre)


Sé que con el tiempo puede cambiar mi corazón,
apurarse, estropearse o detenerse,
pero nunca lo hará mi alma,
ese alma que suplica al caballero de arriba,
para que nos cuide noche y día.

Deseo escribir y decir que me haces falta,
como el aire que respiro, como el pan de cada día,
que eres más que una simple poesía o un baúl misterioso lleno de pastillas.

Y si algún día me faltan argumentos,
guardaré mis sentimientos para no confundirte.
Y si me extrañas y deseas buscarme,
ahí estaré, bajo el mismo árbol, en el escaño esperando.

Veo en tu cuerpo aun el dolor,
déjame estar contigo, verás que tus heridas sanarán conmigo.

La felicidad es saber reír después de llorar.

El 13 fue San Eduardo,
esperé que me llamaran muchas personas,
sobre todo tu, pero solo llamó mi madre.
Su saludo como siempre justificó la ausencia del resto,
colmando mi corazón de cariño, alegría y bendiciones.

Hoy me refugio en mi vida interior,
me alejo de la basura internacional,
la tontería, las crisis, el vicio y la violencia.
Pasan los años, el mundo avanza,
pero mi espacio vital se reduce poco a poco, metro a metro.
Todo va más de prisa, ya no soy el que era y quiero ser el que fui.
El que fui cuando los edificios no tapaban el cielo,
el que fui cuando paseaba tranquilo por las calles,
el que fui cuando disfrutaba de una puesta de sol en Santiago.
El niño sin pudor que miraba a través de la ventana la lluvia, el cielo y el sol.