viernes, 19 de octubre de 2007

APOCALIPSIS


(Después de una semana de tratamiento con Hipoglos)


Aprendí a vivir entre niños y juegos, en una familia perfecta.
Imaginé todos mis sueños, los que rara vez se pueden ver,
y están conmigo, cumpliéndose como el Apocalipsis.

En uno de ellos eras mi todo,
en el océano eras mi puerto, en el infinito mi destino,
pero tengo defectos, y uno es no estar soltero.
(No soy fugaz ni una estrella errante por el infinito,
solo extraño la libertad que me arrebataron después de enamorarme).

Disfrutaba oír a quienes hablaban y transmitían cosas de interés,
como también leer y aprender; absorbía como una esponja de mar.
Forjé y esculpí mi propia religión y modo de vida,
aprendí a amar queriendo,
y llorando de pena y soledad;
mientras me fumaba un cartón de ilusiones.

Al amar tanto renuncié a mi y me volví loco,
pasó el tiempo frente a mis ojos arrastrando huesos,
paseé por laberintos soportando cadenas y cargando mochilas ajenas,
mientras preparaba litros de café amargo sin crema.
Hasta que me cansé de guerras cruzadas, en las que ninguno ganaba.

Si amarte fue un pecado, soy un pecador empedernido,
y si muero por tenerte, ya debería estar muerto.

Tu aroma se desvanece cada día más,
el vacío en la semana resuena lejano en los pasillos,
y hasta que llega un día Viernes no hay ecos de metales.

Vivo una sensación de cansancio y hace meses que no río con ganas,
todo se complica día a día, hora tras hora y con suerte duermo dos horas seguidas.
Me afecta ver como se revuelcan y gozan de malos recuerdos,
recuerdos manoseados, donde disfrutar es con el propio sufrimiento.

Nunca he creído en el "si quieres puedes".
Es demasiado simplista y evidentemente falso en un montón de situaciones.
Cada desencantado es un mundo y requiere una perspectiva diferente, concreta y en función de su circunstancia.
El problema no es "el qué", el problema es "el como".

Me quedo con mi guitarra.