martes, 19 de junio de 2007

BUENOS AIRES DE INVIERNO



Volví solo a la plaza, estaba helado y el pasto crujía por mis pasos. Faroles sin sombras, escondían delgados fantasmas tras los árboles. Escaños húmedos y vacíos, esperan hasta mañana.

A lo lejos una luna nueva de ayer. El cielo negro aumenta el frío y con mi bufanda al cuello camino por las piedras. Caminos no resueltos, laberintos de niños, columpios de madera se hielan conmigo.

Una cancha sin pelotas, graderías con basuras, reptiles nocturnos se pasean por los tachos. Maldita noche de este Martes diez y nueve.

Hace estragos el silencio y mi respiración se apaga con el ruido de mis pensamientos que veloces como un rayo perforan mis neuronas. Siento la fricción como fuego en mi cerebro.

Se ha vuelto insoportable, pero disimulo bien y casi no parece. Mantengo el mismo tono, la misma actitud. Sereno como antaño, reviso mi agenda interna y nada para más tarde.

Frío arrogante y hostil, hielas como si siempre tuviera razón, reconoce mi error de haber nacido en otro paralelo. Ojala pudiera remediarlo.

Y tratando de sacar un fumo, cayeron varios al suelo, mis dedos entumecidos de frío claman por un guante. Y con el humo volví a casa, caminando por las sombras.

Otra noche solitario, otra noche que detesto.

Procuré mostrarme comprensivo y reconocer mis errores.
No concibo molestar a los demás ni respirar el aire frío.
No hago caso de razones y argumentos.
Quedé ciego de frío.